jueves, 15 de noviembre de 2007

Empanada gallega







Ingredientes (para 11 personas):
3 kg. de inseguridad
750 gr. de falta de compromiso
500 gr. de exceso de confianza
400 gr. de desorden táctico
1 kg. de entrenador un poco pasado
1 pizca de mala suerte
Desilusión a granel

Se cogen todos estos ingredientes y se mezclan a su gusto (perdón, a su disgusto) en un estadio pequeño durante 90 minutos. Vale lo mismo Pasarón, en Pontevedra, que el Kleanthis Vikelidis de Tesalónica. El resultado final será el mismo. 1-0 en contra y para casita con el rabo entre las piernas. En el primer caso, en la UEFA, se nos dijo que el nivel del Aris era el de un club de 2ª B. Resultó ser cierto, tras lo visto ayer.

Las sensaciones fueron directamente malas desde el principio. Al primer minuto los gallegos ya habían tirado a puerta, en un remate que detuvo sin problemas López Vallejo, y el Real Zaragoza no se encontraba sobre el césped. Víctor contó con Diogo, tras la charla que mantuvo con él a lo largo de la semana, que pareció dar cierto resultado, porque al uruguayo se le vio más comprometido con el equipo. De hecho, se podría decir que fue de los menos malos, pese a que el gol llegara por su banda. Chus Herrero volvió a jugar en el lado derecho del área, yendo a cubrir el lugar de Diogo incluso cuando el lateral estaba en su sitio. Paredes subió y bajó mucho, pero ni llegó a desbordar a su rival con claridad ni llegaba a cubrir siempre su lateral con seguridad. Le falta ritmo de competición, pero puede ser un recambio de garantías para Juanfran, lo que a buen seguro pondrá las pilas al lateral valenciano.

El equipo salió a jugar con un 4-2-3-1, con Gabi y Zapater en el medio centro, y por delante de ellos Óscar por la izquierda, Aimar por libre y Sergio García por la derecha, para asistir al delantero centro Ricardo Oliveira. Diego Milito no se vistió por decisión técnica. Este sistema parece el más adecuado para las piezas que tiene este equipo, pero ayer se demostró que el sistema da igual. El doble pivote no llegó a conectar con claridad con la línea de tres nunca, hasta el punto que debían descolgarse jugadores desde esa línea hasta la zona media del medio campo aragonés, y la conducción del balón no era natural. Oliveira no tuvo un solo balón en condiciones cerca del área pontevedresa, y debía descolgarse a bandas para recibir la pelota, anulando por sí solo cualquier opción de peligro.

El equipo tiró casi toda la primera parte a la basura, hasta que a menos de diez minutos para el descanso Óscar se encontró solo delante del portero. Decidió rápido, y se equivocó: en vez de buscar portería, aunque fuera mediante una vaselina (el portero se le tiró a los pies desde lejos), decidió recortar hacia dentro, donde le esperaba toda la defensa grana, que corría desesperada para tapar la desguarnecida portería. Más recortes hasta que pudo pasar el balón a Sergio García, pero estaba ya cubierto y el balón se despejó a corner. Poco después, el propio Óscar dispuso de una clara ocasión al estrellar un remate de cabeza en el larguero rival, a la salida del único saque de esquina bien lanzado por el equipo aragonés. Porque ésa es otra. ¿No puede un equipo de Primera División trabajar la estrategia, y dedicar si hace falta varias horas a la semana a entrenar los saques de esquina? Los defensivos son terroríficos, se defienden como se puede, confiando en César y en Ayala. Pero es que los ofensivos son aún peor, un alto porcentaje de ellos acaban en contragolpes rivales que generan clarísimas ocasiones, cuando no goles en contra.

Al descanso la sensación fue que el Pontevedra le ponía ganas e ilusión, que Dani por la banda izquierda y Bianchi arriba estaban tentando demasiado la suerte zaragocista, pero que si el equipo apretaba un poco las tuercas la victoria podía caer del lado aragonés. Pero todo fue un espejismo. Sin ir más lejos, todas esas ocasiones en la segunda parte que acababan con disparos que salían por encima de la portería gallega, como los de Gabi, Aimar o Zapater en un acrobático remate. Oliveira era de los pocos que intentaba rasear el balón, pero tenía que jugar él solo contra toda la defensa gallega, y los media puntas estaban tan desacertados que no le tiraron ni una pared bien. Sin Milito en el banquillo la única arma ofensiva era D'Alessandro, que salió en lugar de Óscar, pero que a estas alturas ya se ha contagiado de la apatía que invade al grueso de la plantilla, abandonando el buen estado de forma con el que empezó la temporada.

A estas alturas de partido las sensaciones eran demasiado parecidas a las de la ida frente al Aris como para no tenerlas en cuenta, y el nerviosismo cundió entre el equipo blanquillo. Un partido en el que había que golear se estaba poniendo muy cuesta arriba, y el empate a cero era un mudo testigo de su incapacidad frente a un rival menor sobre el papel, pero que le estaba haciendo sudar la gota gorda. El debut esta temporada de Celades no cambió nada, y nos queda la duda, que nunca podremos resolver, de qué hubiera ocurrido si el titular hubiera sido Luccin, ahora que en los últimos partidos parecía haber cogido un tono superior al de la media del equipo. Gabi fue inoperante durante el tiempo que estuvo en el campo, y Celades, como esperábamos, no aportó nada especial. Y a falta de once minutos, todas las miserias de este equipo quedaron al descubierto, al conseguir el Pontevedra el premio a su lucha y constancia, aprovechando que el medio centro zaragocista no acompañó a los jugadores que llegaban en segunda instancia y rematando Víctor (manda narices) a placer, haciendo sonar todas las alarmas en nuestras cabezas, al grito de "¡Aris, Aris!".

El otro Víctor, el nuestro, se quedó muy tranquilo en rueda de prensa con el habitual pataleo: resultado injusto para los méritos de unos y otros, nosotros merecimos más, las oportunidades más claras fueron las nuestras, etc. Toda esa sarta de falsedades que se dicen los entrenadores a sí mismos cuando no son capaces de reconocer ya no sus errores, a estas alturas ya hablamos de su incapacidad para conducir esto a buen puerto. El Real Zaragoza, tras hacerlo en el mar Egeo, ha vuelto a encallar en otras costas coperas, esta vez en la escarpada costa gallega, la de los arriesgados percebeiros y los traidores vertidos de crudo, esa costa que les da la vida y la muerte con la misma aleatoriedad. Ayer la vida se la dio al Pontevedra, y la muerte al Real Zaragoza. O en realidad, el Pontevedra se trabajó la victoria con sus armas, dándolo todo, poniendo toda la carne en el asador, y dejando el marisco para la cena de celebración. Y termina de finiquitar la crónica de una muerte anunciada, la del Real Zaragoza, y sobre todo, la de las ilusiones del zaragocismo. Si tras la eliminación de la UEFA cundió cierto desánimo, reflejado en sensaciones como que se había acabado la temporada con esa derrota, tras el partido de anoche el fatalismo se instalará, con razón, en esta afición. ¿Quién puede confiar en que se remonte esta ronda? ¿Quién no piensa que nos van a echar a las primeras de cambio de otra copa?

Y para acabar, se difunde la noticia de que ambos clubes han pactado jugar el partido de vuelta el 12 de diciembre, si la Federación Española no se opone a ello, en vez de hacerlo el 2 de enero. Maldita sea su estampa, la de aficionados que el día 2 tendrán que ir a trabajar y ellos tratando de escaquearse. Se están cortando las amarras que unen a la afición con su equipo, una vez que han agotado toda la ilusión que se generó el año pasado. Y yo me pregunto si el club puede pedir tan alegremente un enorme montón de dinero a las arcas públicas zaragozanas para sufragar los gastos de una remodelación (un lavado de cara, por lo visto) con la excusa de preparar el estadio para las competiciones europeas, visto lo visto este mes de noviembre sobre los terrenos de juego. Mes negro para este equipo está siendo este noviembre, esperemos que la cosa se pase pronto, y los supersticiosos confiarán en que la llegada de diciembre, y la nueva camiseta, sirva para simbolizar el cambio que debe dar este equipo para dejar de mirar hacia abajo y apuntar de nuevo a la lucha por alcanzar los puestos europeos. Sí, algunos se agarran a clavos ardiendo, pero así es el fútbol, y si lo hace hasta el entrenador, ¿por qué no va a hacerlo la afición? Pero en fin, aún queda la vuelta, y hay que esperar que no se les empache también a los jugadores la empanada gallega que cocinaron anoche.

2 comentarios:

  1. A esos ingredientes , yo le añadiria humildad , hay muchos que van de pasotas y se creen lo que no demuestran ser.
    Aunque sea por no perder la ilusion , yo si que creo que pasaremos a la siguiente ronda
    Saludos

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  2. MMMM que rica. Qué bien se come en todas las ciudades de España

    un abrazo.

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