lunes, 18 de febrero de 2008

El partido de los despropósitos






Como mucha gente, he querido dejar que pase el tiempo antes de dar mi opinión sobre el partido del pasado sábado por la noche, por el enfado que sentí cuando el árbitro pitó el final. Ahora, con la cabeza más fría, quiero dejar mi punto de vista, aunque creo que no difiere mucho del general. Para mí, el partido fue un cúmulo de despropósitos, que se fueron acumulando en ambos bandos, y que fueron rematados por los despropósitos del trío arbitral.

Nadie estuvo libre de culpa en el partido con más errores que se ha visto en mucho tiempo en La Romareda. Empezando por los entrenadores, todo hay que decirlo. En una noche de urgencias (al Real Zaragoza le iba la vida, al F. C. Barcelona la Liga), los tres puntos se veían como algo más que tres puntos. Para los locales significaban el despegue definitivo, desde la mediocridad, para tratar de alcanzar las más altas cotas de algo que no fuera miseria. Creer que la UEFA no es una quimera utópica más, tratar de poner tierra de por medio con el descenso, no sumirse en la pesadilla de la lucha por la permanencia. Para los visitantes creer que ellos podían repetir la gesta madridista del año pasado, de darle la vuelta a la Liga, pese a que no tengan ni una décima parte de la unión que demostró entonces el club blanco, a todos los niveles. Lo único que de momento tienen en común con el equipo que entonces dirigía Capello es su pésimo juego y la dependencia que tienen de las estrellas. Y eso que Messi estuvo desaparecido, Deco y Henry solo aparecieron una vez y Ronaldinho sigue siendo más vaca sagrada que otra cosa. Solo Valdés y Gaby Milito estuvieron a la altura de lo que se esperaba de ellos, y un poco Xavi. Eso no era suficiente para ganar el partido, y si solo hubieran contado con eso no lo habrían ganado.

Rijkaard empezó la cadena de despropósitos en la alineación. Iniesta en el banquillo era demasiado regalo al rival. Al final el de Albacete ni jugó, lo que resulta bastante chocante. ¿Prima la Champions sobre la Liga incluso sabiendo que el Real Madrid acaba de perder su partido antes de empezar a jugar el propio? Deco vagó por el césped sin pena ni gloria, solo tuvo el detalle de la asistencia a Henry. El propio Henry, tras rajar en Can Barça sobre su posición sobre el césped, por fin jugó donde le gusta, pero tan solo tuvo un destello. En una jugada a todas luces ilegal (lo siento, no me vale que me digan que muchas repeticiones no aclaran nada si resulta que el cuerpo del propio Henry tapa el balón en el momento del contacto con el brazo; esa repetición queda descartada para mí porque no muestras nada, y al final hay dos clarísimas donde se ve que controla el balón con el brazo) logró el 0-1, con la connivencia del auxiliar que cubría el ataque culé, que estaba de frente a la jugada, y con el fallo del mal árbitro González Vázquez. Que no hay que darle más vueltas, es malo y punto. No vio ninguna de las dos jugadas de los goles blaugranas, fueron sus auxiliares los que debieron indicarle: el primero concedió gol y el segundo pitó penalti. El mal árbitro les hizo caso y los tres puntos volaron de Zaragoza. Y aparte, como muchos malos árbitros, pitó descaradamente del lado del grande, comiéndose la tarjeta amarilla para Márquez en el penalti del mexicano sobre Oliveira (vale que no es roja, pero ¿por qué no es amarilla?), que habría supuesto su expulsión tras la tremenda falta que cometió sobre el brasileño en la segunda mitad.

En el centro del campo Rijkaard reservó a Touré para el partido de la Champions, dejando a Deco y Edmilson, que fueron devorados con patatas por los medios centros blanquillos cuando el Real Zaragoza dejó de hacer caso al mayor despropósito de todos los que cometió Irureta esa noche y dejaron de jugar con pases largos de César para sacar el balón desde atrás y por abajo, contando con el centro del campo. Lástima que se regalara toda una primera parte con balones colgados, en la segunda se vio el daño que el Real Zaragoza podría haber causado de haber jugado como ellos saben. Por desgracia, esa supremacía duró poco. Cuando Rijkaard se dio cuenta de que había perdido el balón y el centro del campo, sustituyó a Edmilson por Touré y recuperó esa parte vital del terreno de juego. Lástima que Irureta no supiera reaccionar, aunque en el banquillo poco tenía para hacer frente a esa situación. Pero luego hablaremos del Real Zaragoza. Sigamos con el Barça. El último error de Rijkaard estuvo en la delantera. Henry por el medio, y Messi y Giovani en bandas cambiadas. Resultado: inoperancia ofensiva. Con Bojan en el banquillo (el chaval le da cien vueltas al mexicano) y Ronaldinho a lo suyo, todos esperaban que Messi hiciera alguna de las suyas, en algo que se ha convertido un mal endémico del Barça: balón al argentino, que ya hará él el gol. Y todos sus compañeros a mirarle, en parte para no perderse ni un ápice de su genialidad, en parte porque Messi no suelta el balón por si le sale algo que se vea. Al final todo quedó en nada, y un nuevo partido de Messi en La Romareda sin pena ni gloria.

En el Real Zaragoza, Irureta sorprendía a casi todos al volver a apostar por el 4-4-2 pese a haber entrenado toda la semana con su esquema favorito, el 4-2-3-1. No se atrevió a sentar a Oliveira en el banquillo una vez que el brasileño se recuperó de sus molestias, pese a que el propio delantero había aceptado la suplencia con toda naturalidad. El único cambio que se produjo respecto a las alineaciones anteriores fue contar de inicio con Zapater en detrimento de Celades, y el ejeano estuvo menos desacertado que en sus últimas actuaciones, demostrando que una ración de banquillo a veces viene bien. Aún debe dar más de sí, pero ese inicio de la segunda parte, cuando asociado con Luccin se encargó de deshacer el medio centro azulgrana, nos devolvió al Zapater que todos queremos. En un cambio extraño, al final del partido se marchó sustituido por Albert Celades, que no aportó nada al equipo. Los despropósitos blanquillos empezaron pronto, cuando tras salir en tromba dispusieron de algunas ocasiones clarísimas de desnivelar el marcador, desaprovechadas por Sergio García y un más fallón de lo habitual Diego Milito. La sombra de su hermano fue alargada. No duró mucho ese ímpetu inicial, y el Barça pronto se adueñó del balón, del centro del campo y del partido. Por toda respuesta, el Zaragoza atacaba con largos saques de puerta de César Sánchez, esperando forzar algún contragolpe. Y la ocasión la tuvo (tras un remate marrado por Milito) en el clamoroso penalti de Márquez sobre Oliveira que quedó sin castigar con tarjeta amarilla. Diego Milito, impropio en él, cambió radicalmente la forma de lanzar el penalti (convencido sin duda de que su hermano habría aleccionado a Valdés) y lo lanzó alto, fuera de la portería. A pocos minutos del descanso hubiera sido importantísimo.

En la segunda mitad volvió la avalancha blanquilla, y Oliveira, que ya tuvo su ocasión en la primera mitad, no falló en la segunda tras un gran pase de Sergio García. El empate a uno noqueó al Barça y lanzó al Real Zaragoza en una nueva tromba contra la portería de Valdés, que veía cómo Diego Milito, Sergio García o el propio Sergio Fernández fallaban claras ocasiones, con la única ayuda defensiva de Gaby Milito, que salvó varias peligrosas internadas de los delanteros maños con su característica velocidad y anticipación. Otro de los grandes fallos de Irureta fue el manejo del banquillo, cambios demasiado tardíos y alguno mal hecho, y además se dejó un cambio por hacer. Aprovechó la lesión de Oliveira y su retirada para instaurar el 4-2-3-1, pero ya era tarde para obtener fruto alguno, tras dejar el control del centro del campo en pies de Touré. Y casi al final, cuando el empate estaba encima, el segundo auxiliar cometió el mayor despropósito de la noche al indicarle a González Vázquez que un control de Juanfran dentro del área había sido hecho con el brazo, y por lo tanto era punible con penalti. Así lo pitó Bernardino, sin haberlo visto, y así quedó constancia de lo malo que es, y de lo mal auxiliado que estuvo en las bandas. Ronaldinho, en su único acierto en meses, lo anotó al estilo de Diego Milito (raso y a una esquina de la red), engañando a César.

Y a todo el barcelonismo que piensa que la Liga está ahí, a cinco puntitos, y que "juntos pueden". Más que nada porque este equipo no está junto ni lo estará de aquí al final de la competición, y volverán a tirar el título por el retrete cualquier fin de semana de éstos. ¿Y el Real Zaragoza? Pues es bastante vergonzoso ver cómo jugaron el sábado tras el partido de Pamplona, ya que si allí hubieran puesto la mitad de la intensidad utilizada frente al Barça, se habría podido ganar aquél partido, donde la apatía fue la tónica dominante en los jugadores. Mientras tanto, Matuzalem sigue sin regresar al equipo (quién sabe, igual salta en el Sánchez Pizjuán en el minuto 92, para tomar de nuevo contacto con la competición), Irureta sigue pensando que mejor contragolpear que jugar el balón, y menos mal que tenemos a Oliveira. Pase lo que pase con Diego Milito se le debe fichar, su hambre de gol es enorme, no tiene parangón en el equipo, y su instinto asesino es brutal. No me importa que parezca individualista, casi marca un gol en la primera parte por ser individualista, e inventarse una ocasión de peligro donde no la había. No ficharle sí que sería todo un despropósito.

1 comentario:

  1. La plantilla la obtuve de este sitio
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    un saludo.

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