jueves, 17 de enero de 2008
K.O. técnico
El Real Zaragoza está sonado. Suena duro, pero es así. La imagen del equipo ayer en el Sardinero recordaba la de un púgil al que han golpeado demasiadas veces en la cabeza, y deambula por el cuadrilátero tratando de encajar el menor número de golpes posible, hasta que al final sucede lo inevitable y es tumbado por un inapelable directo en la mandíbula. Tan solo logró lanzar dos golpes certeros, uno con cada puño, los delanteros Diego Milito y Ricardo Oliveira, pero la cosa no pasó de allí. A los puntos hubiera perdido igual.
El equipo que puso ayer Ander Garitano en liza en su debut (por el que no se le puede juzgar a él, le ponía más ganas él desde la banda que casi todo su plantel junto) contaba tan solo con dos auténticos futbolistas, los dos delanteros. El resto, nueve sombras, totalmente difuminadas, que no acertaron una a derechas en todo el partido. Durante gran parte del encuentro, la apatía, la desgana y la falta de intensidad de esos nueve jugadores nos ofrecieron la peor imagen vista del equipo en mucho tiempo. Años, tal vez. Ni siquiera tiraron la Copa, como se suele decir: suponía demasiado esfuerzo para ellos. Así que se dejaron llevar, confiando en los dos hombres en punta, quienes hicieron mucho más de lo que el resto de sus compañeros merecieron que hicieran por ellos.
El único de los nueve que podría haber hecho algo para ayudar a los dos puntas, Ayala, fue rápida y accidentalmente neutralizado por una certera patada en la cabeza, obra de Tchité mientras intentaba hacer una chilena con el central argentino pegado a su espalda. El susto fue morrocotudo, y el error de no retirarlo cuanto antes grave. Estaba claramente conmocionado, se pudo ver en su juego, pero hasta que no llegó el empate a 1, gol que él debería haber impedido sin dificultad, no se notó su desorientación en el banquillo. La exclusión de Pavón de la convocatoria forzó la inclusión de Juanfran, desplazando a Paredes al centro de la defensa, y firmando la definitiva sentencia de muerte del Real Zaragoza en esta Copa del Rey: ya eran nueve sombras, ahí se las apañen Milito y Oliveira frente a todo un Rácing agresivo, eficaz y enchufado.
Desde el inicio mismo del partido se vio que el centro del campo estaba perdido, y que en ningún momento se recuperaría. Celades y Zapater fueron un tentempié para Colsa y Duscher, que se multiplicaban y cubrían toda la zona comprendida entre ambas áreas. Los dos pivotes blanquillos no aparecieron hasta que Zapater cometió el penalti que supuso el definitivo 4-2. Si no hay que reforzar este equipo, que venga Víctor y lo vea, porque con estos mimbres nos vamos a hundir muy, muy profundamente. No es que se echara de menos a Luccin, es que se echó de menos a Movilla. Incluso Aragón y Garitano podrían haber salido y no lo habrían hecho tan mal como el andorrano y el ejeano. Este último fue reculando a medida que avanzaba el partido, lo que propició, en principio, que Celades se dejara arrastrar por él y también se acercara más al área propia que al centro del terreno. Pese a las constantes indicaciones de Garitano, el equipo se fue aculando atrás, y al final hasta los interiores estaban más tiempo en campo propio que en el ajeno. De este modo el Rácing no se tuvo que esforzar mucho para defender a los dos puntas, que se encontraban como dos islas perdidas en el mar Cantábrico, a medio campo de distancia del compañero más cercano.
Todo se lo tenían que montar entre ellos, y sin contar con el centro del campo, incapaz de repartir balones arriba con criterio. Ambos goles vinieron precedidos de despejes al bulto desde los interiores, como en el primero, iniciado por el despeje de Diogo y continuado con la tozudez y perseverancia de los dos delanteros, además de una intervención de Óscar. Poco más intervino el 5 zaragocista, y Diogo, que debutaba en este equipo en el puesto de interior, parecía que iba a explotar su capacidad ofensiva, sobre todo porque no tendría que defender tanto. 20 minutos duró su ímpetu, y luego se diluyó hasta su lesión, retirándose en el ostracismo. Tampoco D'Alessandro o Sergio García añadieron gran cosa a un centro del campo inexistente.
Y atrás para qué vamos a decir nada. Cualquier jugada a balón parado se convertía en un peligro tremendo para la portería de un inseguro César, muy mal colocado en los dos primeros goles, e impotente ante los dos últimos, el imparable obús de Óscar Serrano y el penalti del descuento. El Rácing se había aprendido muy bien la lección, y descolocaba constantemente la defensa blanquilla con desmarques antes de lanzarse un corner o una falta, lo que tenía como resultado que siempre había al menos dos hombres libres de marca llegando francos al remate. Además, la enorme laguna en el centro del campo maño favorecía que todos los rechaces sacados del área de César cayeran tranquilamente en pies racinguistas.
Tras el 0-1 Oliveira tuvo una clara ocasión para el 0-2, pero ahora creo que la cosa no hubiera cambiado mucho. El Rácing hubiera metido los que le hicieran falta para pasar la eliminatoria con desahogo, y precisamente ésa fue su mejor arma. Hacer dos goles en nueve minutos para dar la vuelta al marcador tuvo un efecto demoledor sobre la moral zaragocista, afectando de manera decisiva a nueve de sus jugadores. Solo Milito y Oliveira, arriba, se daban cuenta de que un solo gol clasificaba a los maños, y luchaban contra viento, marea, y sus propios compañeros, para lograrlo. El 3-1 de Serrano parecía poner punto y final a la eliminatoria, pero el gol de Diego Milito a falta de diez minutos para el final volvía a poner las cosas en el mismo lugar que antes. Sin embargo, la actitud no varió en los nueve compañeros, que no pusieron ni un gramo de esfuerzo ofensivo, condenando al equipo a la eliminación. Además se rubricó con un penalti de Zapater que solo demoró un minuto el inevitable cuarto gol cántabro.
Ayer el Rácing dio una lección al Real Zaragoza: esfuerzo, pundonor y trabajo frente a una afición rendida a su equipo. Daba la impresión de que no se querían ensañar con el equipo maño, porque con jugar al ralentí ya les bastaba. A Ander Garitano y Santi Aragón les queda mucho trabajo por delante, y al menos ahora tendrán todo el tiempo del mundo para centrarse en la segunda vuelta por completo, que empieza a disputarse este domingo. Primera final: el Murcia, en la Romareda. Tras lo de ayer y contando con el estado anímico que pueda tener la plantilla, no veo nada claro que se consiga la sexta victoria de la temporada en Liga, pero es que no queda otra. Hay que ganar o ganar, aunque sea a los puntos y no de un k.o. técnico como el que les endosaron anoche a ellos. Basta ya de mentiras, de proyectos, de vender humo, de nada. Importa el hoy, importa el ahora, importa impedir que este barco se hunda. Porque está zozobrando y a punto de caer a plomo y en picado hasta el fondo, y me temo que no será nada fácil de reflotar como esto suceda.
Etiquetas:
Opinión
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Joder Zico , comparto el resumen que haces de el partido , pero la vision pesimista de futuro me parece un poco esagerada , tomate un valium hombre (por cierto , no veo a Bonsai leyendo esto jejejeje)
ResponderEliminarSaludos
Nada como un poco de pesimismo para verlo todo con otros ojos tras la victoria frente al Murcia, Randy. Claro que ni tanto ni tan calvo, pero se hace lo que se puede. Un saludo.
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